Las
nuevas tecnologías han irrumpido en nuestra sociedad de una manera tan fuerte
que era imposible que el amor no se viese alterado. Casi todos los jóvenes de
hoy en día hemos oído hablar a nuestros abuelos de cómo se conocieron:
"Conocí a tu abuela a los quince años, mientras trabajábamos..." "Tu
abuelo y yo nos conocimos en la romería del pueblo..." A todos nos suena
una historia así, ¿no? Pues bien, ¿os habéis parado a pensar que dirán las
futuras generaciones al conocer que sus padres se conocieron por Twitter, que se enamoraron a través de
Internet o que quedaron gracias a una web de contactos? A mí, cuanto menos, me
parece interesante.
Claro que, en un futuro supondrá algo normal y lo raro será que
Internet no te haya cambiado la vida, pero, ¿cambia eso de alguna manera
nuestra formar de actuar? Yo creo que rotundamente sí.
Internet
es una evolución sorprendente y maravillosa que nos permite comunicarnos con
muchísima más facilidad. Ahora podemos hacerle saber a nuestro tío de Argentina
lo guapo que está el niño disfrazado de chulapo o todas nuestras novedades sin
ningún esfuerzo. Hemos pasado de escribir cartas marcadas con pintalabios a
mandar besitos a través de whatsapp.
Pero,
como todo en la vida, tiene su lado malo. Como traté hace dos semanas en el
blog, el mundo ha evolucionado de tal manera que estamos llegando a
"deshumanizarnos" y apreciar más a las máquinas que a las personas.
¿Qué pasa con el amor? Más de lo mismo. Por poner de ejemplo whatsapp, esta
aplicación se ha convertido no solo en una herramienta útil para comunicarnos,
sino en un medio de control. Ahora con el doble check azul podemos saber
perfectamente quién y en qué momento exacto ha leído nuestro mensaje. ¿no os
parece un poco excesivo? A mi sí. La de peleas que
ese doble check va a generar en nuestra sociedad... "sé que me has leído y
no me has contestado", "¿por qué me ignoras?".
No
creo que sea una evolución ni a peor ni a mejor, simplemente es un cambio
de esquemas. Lo que quiero decir con todo esto es que nuestra dependencia
tecnológica aumenta de tal manera que hacemos al amor y a cualquier tipo de relación
partícipe de ello. Y que está bien enviarnos mensajes, fotos, vídeos de cada
momento... pero está mejor aún vivirlo, y que no se nos olvide que hay veces
que la magia está en esos los pequeños detalles que la tecnología no puede
captar.
Hay
cosas que no deberían cambiar nunca, ¿no creéis?